Teoría del desdoblamiento - by porter

Publicado en por PORTER

Conocido anteriormente como “bilocación”, es la facultad de estar presente en dos lugares a la vez y al mismo tiempo. Es decir, se produce la proyección del alma en el mismo contexto de espacio-tiempo en relación al cuerpo.
Luis Centurión, eximio goleador del ascenso, se caracterizaba por su garra, actitud y solidaridad en el campo de juego. Luis, el entusiasta del gol como solían llamarlo, experimentaba con la teoría del desdoblamiento en sus ratos de ocio, concentraciones y en su ámbito privado. Durante años presidió la fundación para el desdoblamiento de Isidro Casanova (FUNDESIC), ente sin fines de curro, que solían  reunirse todos los sábados por la noche en la mueblería “La Pantera” ubicada en Ruta 3 al 6900, en donde todos sus miembros se desdoblaban por las noches y en las madrugadas contaban sus experiencias.  

Todo cambió el fatídico 24 de junio de 1972, cuando su equipo jugo la final para el ascenso. En esa oportunidad su equipo jugo de local (el partido de ida fue 0 a 0).

En el último minuto de juego del partido de vuelta, aún igualado, su arquero descuelga un centro proveniente de un corner. Realiza una salida de contraataque comandada por nuestro amigo Luis, quien luego de eludir a un adversario habilitó a Carlos Merigi. La saeta (como lo apodaban) emprende un pique de 60 metros, y justo antes de entrar al área grande, con un amague hacia fuera para eludir al último defensor, habilitó a Luis que a esa altura quedó solo frente al arquero. Éste, al salir a achicar el ángulo de remate, resbala y queda tendido en el campo, ofreciendo todo el arco a disposición. Justo en ese momento, el alma de Luis se desdobla. El arquero adversario tuvo tiempo de reincorporarse y robarle el balón. Su equipo perdió por penales. La hinchada aurinegra furiosa por la decepción tiró el puesto de pancho completo al campo de juego, al grito de ¡Muertos!, en momentos que los jugadores se dirigían hacia el túnel que conducía al vestuario.

Centurión murió en el acto.

           Poco importa a esta altura del relato que nos detengamos en cuestiones eruditas que nos revele si se trató de una facultad espiritual o una simple afección narcoleptica. Ese sábado a la noche en FUNDESIC no sólo extrañaban la presencia o ausencia del alma de Centurión. Sus miembros lamentaron no conocer lo que todos nos preguntamos ese momento: ¿donde estuvo esos segundos?



 

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